Hoy, todo el mundo está de acuerdo en la importancia de la lectura y en la necesidad de una educación lectora que permita a los alumnos aprender de un modo autónomo y permanente, facilite la comprensión ética y estética de la existencia, les ayude a comprender el mundo y amplíe sus horizontes culturales. Estudiar significa ante todo, leer. La lectura se halla en el programa de todas las materias. Es problema,en consecuencia, de todos los maestros y profesores. Si queremos combatir el fracaso escolar y ayudar a que todos los alumnos tengan éxito en sus estudios, debemos fomentar con toda insistencia la lectura. Hay que leer más y sobre todo leer mejor: leer para crecer, para informarse, para aprender y entender, para abrirnos a la belleza, al sentimiento; porque la lectura no sólo es un medio privilegiado para acceder a nuevos conocimientos y cultivar la inteligencia, sino que fomenta la sensibilidad, la imaginación, la creatividad y el pensamiento crítico, permite acercarse a y conocer otros pueblos y culturas, y es una ayuda imprescindible para el crecimiento personal y el ejercicio de una auténtica ciudadanía. En palabras de A. Maurois: “Leer es encontrar la vida a través de los libros, y gracias a ellos, comprenderla y vivirla mejor. Un lector puede salir de un libro completamente transformado”
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Leer implica a toda la persona: inteligencia y sentimientos, voluntad y fantasía, pasado y presente, memoria y esperanza… Por todo esto, yo no me canso de repetir que si de nuestras aulas salieran alumnos lectores, es decir, que necesitan leer, que leen habitualmente sin que se les ordene y no sólo por obligación y cuando están estudiando, les estaríamos abriendo la puerta a la sabiduría. Lectores autónomos que necesitan alimentar su espíritu, su imaginación, su pensamiento, tanto como su cuerpo. Necesitan expresarse, comunicarse, aprender, crecer interiormente… Personas que abren un libro y se disponen a viajar por mundos desconocidos, a ser protagonistas de la increíble aventura de reescribirlo con su imaginación o con su pensamiento. Porque cada lector, como nos lo dice ese extraordinario escritor paraguayo, Augusto Roa Bastos, reescribe el libro, lo resucita, le da vida. Un libro sin lector es un ser muerto. Los libros necesitan de los lectores para poder ser. Leer es resucitar libros, devolverles la palabra a los autores y empezar a dialogar con ellos. Y es asombroso poder dialogar con Platón, San Agustín, Cervantes, Shakespeare, Newton, Freinet, Simón Rodríguez, García Márquez, Rómulo Gallegos, es decir, con tantos personajes realmente extraordinarios.
Hoy, todos parecemos estar de acuerdo en la necesidad de fomentar la lectura y compartimos la queja generalizada de las crecientes dificultades de gran parte de los alumnos para llegar a ser lectores competentes y autónomos. Un lector competente es un lector polivalente, que logra dominar cinco grandes grupos de competencias:
a) Es capaz de leer según todas las modalidades (en voz alta, en silencio, rápi- damente, selectivamente, lentamente).
b) Es capaz de leer progresivamente todo tipo de texto y todo tipo de escritos, tanto los literarios, como los que pertenecen al campo de la cultura científi- ca y técnica, o los de la vida cotidiana.
c) Es capaz de leer todo tipo de soporte, antiguo y moderno: libro, periódico, anuncio, pantalla telemática, de computadora, imágenes fijas, o en movimiento…
d) Es capaz de efectuar una triple apropiación: de los lugares de lectura, de los objetos de lectura y de la propia práctica de lectura.
e) Es capaz de desarrollar proyectos de lectura. No abundan, sin embargo, los lectores competentes, incluso entre los egresados universitarios. No es difícil encontrar licenciados y magisters, abogados, ingenieros y médicos, con lectura vacilante y graves dificultades para comprender cualquier texto escrito.
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